domingo, 9 de mayo de 2010

Babel de ultracorrección

Para la comprensión de un texto es necesario observarlo como un entero, del cual cada una de sus partes atiende al propósito principal de exponer, convencer o simplemente narrar un suceso o una idea.
El correcto uso de la sintaxis, la semántica y la unificación a través de las reglas gramaticales y estructurales, garantiza la comprensión de una serie de ideas con base a un discurso establecido. Si el autor es disciplinado y odia cometer errores, el trabajo del corrector se reduce a una simple revisión general del texto, siempre en búsqueda de pequeñas fallas que entorpezcan el texto o no concuerden con la propuesta del autor.

Una cosa es la corrección y otra, la ultracorrección. Entre más meticuloso es el proceso de revisión, el corrector raya en la demasía. No se habla de exagerar, pero es necesario mencionar que la corrección del texto jamás debe sobrepasar al mensaje del autor. Si un corrector hubiera llegado por accidente a la torre de Babel, tal vez habría perdido la cordura. Babel, por falta de uniformidad a causa de los diferentes códigos de habla empleados, necesitaría de la ultracorrección para poner a todo el mundo de acuerdo.

El uso del lenguaje, además de estar regulado por la Real Academia de la Lengua Española (RAE), su máximo y supremo juez es la gente. Las personas, como hablantes regulares y asiduos de las prácticas del lenguaje, han establecido una serie de reglas para el uso de éste. Es una convención social en donde si uno menciona, “me pasas un vaso de agua”, se entiende por el contenido del envase, no por el material de su hechura, a pesar de que la preposición “de” indica pertenencia o cualidad material. Es el uso lo que determina el valor de una lengua, la arbitrariedad y la discriminación entre unas y otras estructuras lingüísticas. La lengua es el reflejo de la realidad.

En el norte del país, justo en los países que comparten frontera con México, los anglicismos están al por mayor. Algunos temen por la supervivencia del idioma español por haber sido desplazado en ciertas situaciones de habla. La única regla es: Si existe alguna palabra que complemente lo que se quiere decir en el idioma español, no se debe utilizar ningún tipo de extranjerismo, ya que el español pierde fuerza al no emplear la gama de posibilidades existentes.

Sin embargo, no todos los extranjerismos son dañinos. Si aportan un nuevo enfoque al español y encuentran un nicho para su correcta utilización, la lengua española se fortalece, se amplia y expande las conexiones de su utilización.

El trabajo del editor y del corrector de estilo consiste en encontrar un balance entre la corrección y la permanencia del mensaje del escritor. Por ser personajes inmersos en la cultura del lenguaje y vehículos del conocimiento, el deber de ambos es fomentar el correcto uso del español, la adaptación de ciertas estructuras que concuerden mejor con el perfil de la obra (si una novela se apega más a los tradicionalismos, las palabras empleadas y la corrección debe coincidir con ese perfil), así como servir de catálogo para las nuevas opciones que van surgiendo a medida que la realidad se expande más y la cultura se globaliza.

• Silvia Peña Alfaro. De la corrección a la ultracorrección.

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